viernes, 12 de junio de 2015

Concentración y marcha de la Izquierda Latinoamerica el 11 de Junio de 2015

El día jueves 11 de junio, los compañeros de Capital Federal de Izquierda Latinoamericana se movilizaron en la ciudad exigiendo trabajo y mejoras para sus cooperativas, comedores y jardines maternales. Participaron compañeros de la Villa 1-11-14, del Barrio Charrúa y del Barrio Rivadavia del Bajo Flores; de la Villa 3, del Barrio Los Piletones y del Barrio Ramón Carrillo de Villa Soldati; de la Villa 21-24 de Barracas; de la Villa 31 de Retiro; de la Villa 20 y de la Ciudad Oculta de Villa Lugano, y de Parque Avellaneda. Con más de 1.200 asistentes a la larga jornada de lucha, sostuvieron un corte total en la 9 de Julio y marcharon luego a varios Ministerios exigiendo respuestas. 


El balance tras la movilización puede considerase altamente positivo. Esto es sólo el comienzo. La lucha continúa.

lunes, 8 de junio de 2015

Balance PASO 2015. ¿Avanza la derecha o la izquierda está mal hecha?

El mundo está cruzado por una profunda crisis económica pero también -y fundamentalmente- política. La contradicción entre los intentos de ajuste para recuperar parcialmente la tasa de ganancia de los capitalistas y la movilización de franjas enormes del movimiento de masas se agudiza día a día. El primer punto clave para el debate es que la relación de fuerzas no es la misma de las últimas décadas. Estamos convencidos de que los procesos de resistencia no se limitan a lo económico, sino que continúan adelante y pasan a la ofensiva contra los agentes del Imperialismo. Tal vez el ejemplo más claro sea el griego, donde un paquetazo ajustador impulsado por la tríada (trilogía económica conformada por el FMI, el Banco Mundial y la Unión Europea) y desarrollado por los gobiernos conservadores y también por los socialdemócratas, generó una gran resistencia. Sin embargo esta resistencia masiva logró comprender que necesitaba pasar a la ofensiva y disputar espacios de poder, incluso el Estado. Así fue que una expresión política de una parte de la resistencia encarnada en Syriza (que es el Partido Progresista que gobierna en Grecia) logró triunfar en las elecciones.
Los procesos Latinoamericanos también viven una situación similar. Por ejemplo, el heroico pueblo boliviano que durante décadas se cansó de tirar gobiernos entreguistas, logró verse representado en una expresión política que le dio la suficiente cohesión como para llegar a disputar el gobierno. El proceso sigue vivo, plagado de contradicciones, pero latente. Con los gobiernos progresistas la lucha continua pero no es el mismo escenario que en un contexto histórico de consenso neoliberal ortodoxo. Los gobiernos progresistas nos hablan de otro contexto y la lucha empieza a tener un color más político.
En el caso de nuestro país, el último gran ascenso de masas (diciembre de 2001) no logró encontrar una alternativa política, y un sector muy inteligente de la burguesía criolla y dependiente pudo contener el proceso por una docena de años. Lo logró con un doble discurso basado en un aparato de propaganda enorme, sobre una coyuntura económica muy favorable y en base a un acuerdo débil del bloque de poder en la Argentina. Así, con la Iglesia, con la burocracia sindical, con la Unión Industrial, con una momentánea unidad del PJ, con las empresas transnacionales (casi todas con problemas en sus casas centrales), con los pooles de soja, con  las mineras y con los grandes medios monopólicos de comunicación, el Kirchnerismo logró sostenerse en el Poder, pero sin haber podido liquidar el proceso 2001. Un ejemplo de esto es la crisis de representación.
Ésta en general fue entendida como que las grandes masas no creían en la representación y, por ende, no se podían formar grandes colectivos que ser representados; las luchas eran como mucho fragmentadas o individuales. Significó el desarme y fragmentación de grandes actores nacionales: radicalismo, sindicalismo, peronismo, etc. Pero dicha crisis no afecta sólo a las instituciones de la clase dominante sino que recorre también a las de nuestra clase. Los dirigentes no creen en sus colectivos; cuantas veces habremos escuchado “¿Para que vamos a consultar a la gente?” o expresiones incluso más peyorativas. Las nuevas fuerzas sociales de lucha debemos romper con estas concepciones aunque por ello paguemos el costo de ser acusados de basistas.
En los últimos años se han reproducido los conflictos a nivel nacional, ya sea salariales, contra despidos y suspensiones, ambientales, estudiantiles, por la reurbanización, por vivienda, de género, por nuevas representaciones gremiales, contra la precarización de la vida en general, etc. Justamente los elementos inherentes y continuos, con lógicos flujos y reflujos, siguieron avanzando y las ataduras comienzan a deshacerse. La llegada parcial de la crisis económica fue otro factor determinante que motorizó fundamentalmente a un sector de la clase obrera industrial.
En general, todos los procesos cuentan con algún que otro militante ligado a alguna expresión actual o pasada de la izquierda. Y si bien en todos lados se discute la necesidad de una alternativa política, esta no logra sintetizarse. En lo que va del año se han llevado adelante elecciones en Mendoza, en Salta, en Santa Fe, en CABA, en Chaco y en algunas localidades de otras provincias. Es importante, como elemento del análisis de la situación, detenernos un instante a analizar el panorama que han dejado las mismas.
En primer lugar, y salvo por Salta y Chaco, todas fueron duras derrotas para el Kirchnerismo (K). Incluso en Salta, donde Urtubey se impuso, el gobierno nacional perdió la Capital en manos de Romero-Olmedo (massismo-macrismo) y a nivel provincial redujo considerablemente su caudal de votos. Distintos armados en los demás distritos lograron dejar al Kirchnerismo lejos de cualquier aspiración. Tal vez el mayor golpe haya sido el de Capital, donde, tras pregonar un seguro segundo lugar, terminaron ubicados en el tercero y con mínimas chances para el ballotage.
Este escenario tiende a ser analizado por las izquierdas como un avance de la derecha, y el preanuncio de un escenario de ajuste y represión con consenso social. Así estos “grandes analistas”  gritan asustados que el 89% de los porteños votan a la derecha. Tanto la izquierda clásica como los K hacen el mismo análisis porque parten de una concepción liberal sobre la votación y en general del Estado Burgués.
Análisis desbordados de electoralismo y lineales, son la impronta del sectarismo, la marginalidad y el liberalismo. Nos permitiremos discrepar en profundidad con dichos análisis que consideramos auto-justificativos de las carencias propias de una izquierda que no logra interpretar el momento que estamos atravesando. Este momento, como afirmamos más arriba, es una transición entre un momento hegemonizado por la lucha económica y su epicentro se corre lentamente a uno más político.
En segundo lugar hay que entender que el proceso de desgaste del Kirchnerismo es profundo y acelerado. 12 años de gobierno han demostrado el fracaso del supuesto posibilismo, y la entrada en una coyuntura negativa desde lo económico desnuda la ineficacia del proyecto K. Va quedando en claro ante franjas cada vez más grandes que la inconmensurable torta de plata que manejó el Kirchnerismo nunca estuvo puesta en un proyecto estratégico de Independencia. Muy por el contrario, la dependencia es cada vez mayor. La caída del nivel de vida de la mano de una inflación creciente es un hecho determinante y concreto que palpan día a día millones de trabajadores. Y los millonarios subsidios a la supuesta Burguesía Nacional se trasformaron en millones de dólares en fuga y no en inversión estructural para que crezca la capacidad productiva y se modifique la matriz del país que no escapa a la de los años ‘90.
El espacio que va dejando vacante el retroceso K tiene que ser ocupado por alguien. En tanto y en cuanto ningún proyecto revolucionario lo ocupe, esa dispersión inevitablemente irá recayendo en falsas alternativas. Pretender interpretar que el 90% es ideológicamente de derecha es profundamente superficial y costaría explicar la mayoría de los procesos que se van dando. Compartiendo muchas veces ese posicionamiento se encuentran quienes declaran que el FIT se ha consolidado y que desde allí surge una alternativa a izquierda. En sintonía, algunos de la declamada Izquierda “independiente” ven en esa supuesta consolidación una trinchera desde donde plantarse de cara a la resistencia que se vendría.
Intentaremos humildemente demostrar lo inexacto y erróneo de dichas posiciones. El crecimiento del FIT en 2013 se dio principalmente porque el votante premió en principio la unidad-persistencia y en segundo lugar su lucha. El FIT, en su proceso electoral, viene retrocediendo en este 2015 con respecto a las elecciones legislativas de 2013. Es difícil hacer una comparación con las de 2011 (últimas ejecutivas). Los escenarios 2011 y 2015 tienen muy poco que ver. El momento político que atravesamos es de caída acelerada del Kirchnerismo y no de consolidación. Por lo tanto se libera un espacio. La conflictividad social es más elevada. Y estamos convencidos que lo que se le cae al Kirchnerismo lo hace esencialmente por izquierda. Además podríamos mencionar que incluso haciendo esta comparación en varios lugares, como en Salta por ejemplo, la votación del FIT es inferior a la del 2011.
Muestra de esta última afirmación es el record en la abstención del votante. En Rosario, por ejemplo, entre ausentes, blancos y nulos, casi 1 de cada 2 rosarinos no votó a nadie. A pesar de esto, los mismos que pregonan (por derecha o por izquierda) el ajuste y la derechización social, ven en el triunfo de Del Sel el preanuncio del consenso social hacia la derecha.  En CABA la votación válida se redujo un 5%, en Mendoza también un 6%, y en Salta un 9%.  Índices similares se vieron por última vez en las elecciones de octubre del 2001.
¿Significa esto que en unos meses vamos a un estallido social? No lo creemos como algo probable. Es indudable que, a pesar de estos números, las elecciones tienden a canalizar gran parte de la bronca popular. Sin embargo estamos convencidos de que algo se ha reflejado. El FIT viene en bajada: que en CABA haya sacado el 2,2% (1,5% del padrón) lejos está de mostrar el fortalecimiento de una alternativa de masas allí, pero esta tendencia es igual en todo el país.
El final del año pasado y el comienzo de este mostraron un alto índice de conflictos. Por ejemplo a nivel laboral, fue el verano con más conflictos obreros en muchos años. También arrancó el año con conflictos estudiantiles y ambientales. Un ejemplo es la lucha contra la pastera contaminante de Botnia. En los barrios, la bronca se va acumulando y miles de vecinos se organizan autónomamente o con organizaciones sociales. Sin embargo estos procesos, de los que surgen miles de activistas, no se reflejan en ninguna expresión electoral de izquierda. Creemos decididamente que la principal responsabilidad pasa por la propia izquierda.
La vanguardia creciente quiere pensar, opinar, debatir y tener posiciones propias. El modelo que encuentra del otro lado es profundamente esquemático y dogmático. Al mismo tiempo se encuentran con que el FIT no puede tener una sola línea en común. Tal vez el ejemplo más patético haya sido el del subte, donde la presentación del FIT en dos listas separadas facilitó que el Kirchnerismo haya retenido la conducción del gremio. Esta irresponsabilidad les muestra a los trabajadores y luchadores en general que el FIT es una falsa unidad, que no trasciende de un frente electoral donde cada uno busca llevar la mayor cantidad de agua para su molino y que tampoco tiene perspectivas de ser algo distinto.
Por eso es imperativo demostrar en cada sector y frente a franjas de masas que la izquierda NO es el FIT. Fortalecer ese espacio sólo va a llevar a una desilusión más grande con la izquierda, porque la profundidad del proceso se encuentra en otro nivel, no discutiendo 1 o 2 diputados denuncistas más, sino encarando un proceso de discusión sobre cuáles son la posibilidad de que la izquierda sea Poder, como lo pudo ser en el subte en decenas de comisiones internas, en centros de estudiantes, en comisiones barriales, etc. Hay que desempolvar viejas discusiones por la hegemonía, por la estrategia de la izquierda y no como nos ganamos un puñado de militantes. Esa discusión es faccional como lo es el FIT. La otra es una discusión por el Poder, y hay que decir como los pueblos de Latinoamérica “Sí, se puede”.
La disputa que se abre es por el Poder, pero no exclusivamente a nivel estatal. El primer paso concreto de la clase arranca por disputas parciales del poder: cómo ganar y dirigir un sindicato, cómo organizar un barrio y ganar las elecciones en donde la izquierda tenga el suficiente caudal acumulado y no primen las divisiones. Por eso quienes pretenden poner en segundo plano estas disputas vienen retrocediendo en lo estructural. El proceso electoral nacional debe ser un correlato de esto, ya que el camino inverso se ha demostrado liquidacionista. Mientras no entienden por qué no sacan muchos más votos, esperando a que la conciencia avance y las masas se den cuenta de que ellos son la dirección correcta, nosotros estamos convencidos de la necesidad del trabajo cotidiano, de la construcción de una fuerza que dispute los espacios por abajo, con unidad, y que se muestre ante la sociedad en lo electoral desde esa unidad.
La llamada izquierda independiente fue hija de un momento histórico, un momento de luchas económicas. Esta izquierda adolece de un proyecto de poder, de una concepción que produzca la unidad de lo diverso y de una vocación por el Poder, y por ende de una estrategia que lo lleve a él. Nosotros lamentamos no tener la respuesta pero creemos estar en esa búsqueda. Nuestro aporte humilde son algunas pistas. Nuestra experiencia en el espacio político “Mesa por una Izquierda Latinoamericana” debe poder contener la confluencia de diferentes tradiciones de la izquierda con carácter plebeya, anti-patriarcal, mestiza desde nuestro acervo cultural latinoamericano.
Por eso la izquierda independiente naufraga en la estrategia de otros que son contrarias a los caminos de unidad, de mestizaje. Por eso se arrojan a las islas de la izquierda tradicional y reman en cuentas electoralistas viniendo del escepticismo total sobre lo electoral; o van junto a una centro-izquierda en banca rota como es la UP de Lozano y De Genaro. Pero también, en su desorden, muchas veces terminan dentro de las filas de los K, por creerlo parte de los pueblos latinoamericanos que pelean. Toda esta discusión es nuestra imposibilidad de romper con un momento económico y producir una estrategia de Poder, de cuáles son los sectores de nuestra sociedad que son capaces de construir un bloque de Poder capaz de dirigir la complejidad de nuestras sociedades, y cuáles son las verdaderas Vanguardias en un momento de transición entre lo económico a lo político.
Si los que luchan discuten más política, no se referencian en la izquierda tradicional, ponen la vista en los procesos Latinoamericanos, no se sienten atados a ninguna tradición de izquierda pero sin embargo reconocen sus aportes, si donde se logra unidad por abajo discutimos pequeños e importantes lugares de Poder, si los K como proceso de trasformación demostraron no serlo, si las luchas de buen agrado incorporan la parte de discusión por el Poder; entonces la tarea es construir un espacio que invite al mestizaje de la izquierda, que se comprometa con las luchas y con la construcción de un espacio desde Latinoamérica para el mundo… Sí, para el mundo.
La discusión no es sólo electoral, la discusión no es prometer unidades falsas que en realidad es unidad momentánea decidida coyunturalmente por los burócratas de izquierda. La unidad es cómo podemos funcionar juntos para que esta izquierda se muestre para gobernar; que canalice a esos que luchan, que no votan por bronca a un sistema injusto, que una a todas las luchas fragmentadas que creen en gobernarse a sí mismo. No es un grito más por la unidad sino por una síntesis de la izquierda para gobernarnos. Si la izquierda no se une, si la izquierda no busca gobernar, es responsable del voto a la derecha y es responsable que este pueblo trabajador no nos vea para gobernar. La culpa será nuestra y no de la “gente” votando a la derecha… Algunos nos juntamos. Queremos que sean muchos lo que lo hagan. ¡Viva la unidad de corazón y revolucionaria!
¡POR UNA IZQUIERDA LATINOAMERICANA UNIDA!
¡PARA TENER MAS FUERZA PARA LUCHAR!
¡PARA AUTO-GOBERNARNOS!

sábado, 6 de junio de 2015

Modos de producción (V). Capitalismo

El intercambio de mercancías se desarrolló desde la antigüedad, pero sin llegar a ocupar un lugar esencial en la economía, la que tenía como objeto el consumo directo de los productores o el mercado local. En el feudalismo, al crecer la producción creció también la cantidad de productos destinados al mercado y surgió la producción mercantil simple. Cuando se de­sarrolló el mercado mundial, el cambio cualitativo que produjo cambió también las formas de produc­ción. Subió la demanda de productos y la compe­tencia, que se constituyó en el segundo factor que contribuiría a cambiar las formas de producir. La competencia estimuló la concentración de las riquezas y los medios de producción en unos pocos empresarios exitosos y despojó de sus propios medios a la gran mayoría de los antes propietarios, enviándolos a engrosar las filas de los proletarios.
El desarrollo del mercado a nivel mundial, la com­petencia, la propiedad concentrada de los medios de producción y una gran masa de hombres poseedo­res sólo de su fuerza de trabajo fueron los rasgos primordiales y las condiciones necesa­rias para que naciera un nuevo modo de producción: el capitalismo.
El capitalismo transformó la producción mercantil simple en producción mercantil capitalista. Así, el objeto del capitalismo, en base a la propiedad privada de los medios de producción y al trabajo asalariado, es producir mercancías des­tinadas al mercado. "Marx, en 'El Capital', analiza al principio la relación más sencilla, corriente, fun­damental, masiva y común, que se encuentra mi­les de millones de veces en la sociedad burguesa: el intercambio de mercancías" explica Vladimir I. Lenin en "En torno a la cuestión de la dialéctica"."En este fenómeno tan sencillísimo -prosigue Lenin en su trabajo de 1915- el análisis descubre todas las contradicciones (es decir, el germen de todas las contradicciones) de la sociedad contemporánea. La exposición que sigue nos muestra el desarrollo (tanto el crecimiento como el movimiento) de estas contradicciones y de esta sociedad en la suma de sus partes aisladas, desde su principio hasta su fin". Al analizar el surgimiento del capitalismo como formación económico-social, Marx señala tres períodos: a) la cooperación simple; b) la división del trabajo y la manufactura; y c) la maquinaria y la gran industria. La cooperación simple es la forma que primero se desarrolló luego de la transformación de los talleres artesanales en el feudalismo. Se agrupaban gran can­tidad de asalariados en un lugar de trabajo común y realizaban una misma tarea. El resultado dependía totalmente de la habilidad del trabajador. El concentrar muchos trabajadores permite econo­mizar locales, herramientas, materias primas, alma­cenaje, transporte (capital constante).
En relación al trabajo (capital variable), la labor común permitía nivelar los tiempos y la calidad, produciendo una especie de competencia. Una misma cantidad de trabajadores produce más si están juntos que ais­lados; además pueden acometer grandes tareas y realizarlas en menor tiempo. La cooperación simple estableció definitivamente el carácter social de la producción y aventajó a la pequeña producción de mercancías, que fue des­apareciendo.
"Como vimos, la producción capitalista sólo comien­za, en rigor, allí donde el mismo capital individual emplea simultáneamente una cantidad de obreros relativamente grande y, en consecuencia, el pro­ceso de trabajo amplía su volumen y suministra productos en una escala cuantitativamente mayor. El operar de un número de obreros relativamente grande, al mismo tiempo, en el mismo espacio (o, si se prefiere, en eí mismo campo de trabajo), para la producción del mismo tipo de mercancías y bajo el mando del mismo capitalista, constituye histórica y conceptualmente el punto de partida de la pro­ducción capitalista -describe Marx en 'El Capital'.- En lo que respecta al modo de producción mismo, por ejemplo, en sus comienzos la manufactura apenas se distingue de la industria gremial del artesanado por el mayor número de obreros que utiliza simultáneamente el mismo capital. El taller del maestro artesano no ha hecho más que ampliarse. La economía en el empleo de los medios de producción ha de examinarse, en general, desde dos puntos de vista. El primero, en cuanto aquélla abarata las mercancías y reduce, por esa vía, el valor de la fuerza de trabajo. El otro, en cuanto modifica la proporción entre el plusvalor y el capital total adelantado, esto es, la suma de valor de sus compo­nentes constante y variable".
El paso que sigue a la cooperación simple es la ma­nufactura. Se basa en la técnica artesanal y la divi­sión del trabajo dentro de la empresa. Es un cambio en la forma u organización del trabajo. Antes, el trabajador realizaba toda la mercancía. Ahora, se especializa en fabricar sólo una parte de ella. Dentro de los límites del incremento cuantitativo del trabajo, esto significó llevar a un nuevo nivel la cooperación. La manufactura adoptó diferentes formas, tal como señala Marx en la obra citada: "La cooperación fundada en la división del traba­jo asume su figura clásica en la manufactura. En cuanto forma característica del proceso capitalista de producción, predomina durante el período manufacturero propiamente dicho, el cual dura, en líneas muy generales, desde mediados del siglo XVI hasta el último tercio del XVIII. La manufactura surge del dos maneras. La primera consiste en reunir en un taller, bajo el mando del mismo capitalista, a traba­jadores pertenecientes a oficios artesanales diversos e independientes, por cuyas manos tiene que pasar un producto hasta su terminación definitiva. Pero la manufactura se origina, también, siguiendo un camino inverso. Muchos artesanos que produ­cen lo mismo o algo similar, por ejemplo papel, o tipos de imprenta, o agujas, son utilizados simultá­neamente por el mismo capital en el mismo taller. Con todo, circunstancias exteriores pronto dan mo­tivo a que se utilice de otro modo tanto la concentra­ción de los trabajadores en el mismo espacio como la simultaneidad de sus trabajos. Es necesario, por ejemplo, suministrar en un plazo dado una cantidad mayor de mercancías terminadas. En consecuencia, se divide el trabajo. En vez de hacer que el mis­mo artesano ejecute las diversas operaciones en una secuencia temporal, las mismas se disocian, se aislan, se las yuxtapone en el espacio; se asigna cada una de ellas a otro artesano y todas juntas son efectuadas simultáneamente por los coopera­dores. Esta distribución fortuita se repite, expone sus ventajas peculiares y poco a poco se osifica en una división sistemática del trabajo. La mercancía antes producto individual de un artesano indepen­diente que hacía cosas muy diversas, se convierte ahora en el producto social de una asociación de artesanos, cada uno de los cuales ejecuta constan­temente sólo una operación, siempre la misma".
Las ventajas de este nuevo método de producción fueron esencialmente la reducción del tiempo de tra­bajo mediante la especialización del obrero y la co­ordinación en forma de "cadena productiva". Esta baja del tiempo laboral permitió elevar la productivi­dad. Los trabajadores debían cumplir sus tareas al ritmo que impone el capitalista. Una característica de este período manufacturero fue la estrecha liga­zón entre el capital industrial y el comercial. La división y especialización del trabajo creó las bases para el desarrollo de la industria y la intro­ducción de maquinarias. Este proceso surgió a fines del siglo XVIII y durante el siglo XIX se extendió por Europa y Estados Unidos. La base técnico-material fue la máquina como medio de producción. Este perío­do se conoce como la Revolución Industrial y está marcado por la invención de la máquina de vapor, que impulsó otras ramas como la metalurgia y la industria de producción de maquinarias.
También contribuyó al crecimiento de las ciudades y del pro­letariado industrial.
La máquina sustituyó al hombre como elemento rec­tor en el proceso productivo y lo volvió un apéndice suyo. También permitió instaurar la disciplina capitalista en el trabajo, haciendo depender al obrero del proceso maquinizado. El capitalista pasó a tener el control casi to­tal del ritmo de trabajo al controlar la velocidad de las máquinas. Subió así la intensidad del trabajo con el fin de aumentar la plusvalía. Además, la máquina bajó los costos de producción y elevó la productividad.La máquina acrecentó el dominio del hombre so­bre la naturaleza. En sí, representó un alivio porque acortaba y facilitaba las tareas humanas, pero, al inten­sificar el trabajo, los obreros fueron consumidos como fuerza de trabajo en mayor medida que antes. Otra consecuencia fue que la maquinaria reemplazó fun­ciones del obrero, por lo que éste pasó a tener una mayor inseguridad que antes y su capacitación laboral fue menor. Sur­gió así una nueva capa de trabajadores especializados en determinados procesos maquinizados, técnicos e ingenieros, cuya consecuencia fue el aumento de la división entre el trabajo manual y el intelectual. En sus "Principios de Economía Política" dice el economista inglés John Stuart Mill (1806-1873): "Es discutible que todos los inventos me­cánicos efectuados hasta el presente hayan alivia­do la faena cotidiana de algún ser humano". Pero no es éste, en modo alguno, el objetivo de la maquinaria empleada por el capital. 
"Al igual que todo otro desarrollo de la fuerza productiva del trabajo -prosigue Marx- la maquinaría debe abaratar las mercancías y re­ducir la parte de la jornada laboral que el obrero necesita para sí, prolongando, de esta suerte, la otra parte de la jornada de trabajo, la que el obrero cede gratuitamente al capitalista. Es un medio para la producción de plusvalor. En la manufactura, la re­volución que tiene lugar en el modo de producción toma como punto de partida la fuerza de trabajo; en la gran industria, el medio de trabajo". "Así, -continúa el autor de 'El Capital'- este poderoso reemplazante de trabajo y de obreros se convirtió sin demora en medio de au­mentar el número de los asalariados, sometiendo a todos los integrantes de la familia obrera, sin dis­tinción de sexo ni edades, a la férula del capital. El trabajo forzoso en beneficio del capitalista no sólo usurpó el lugar de los juegos infantiles, sino tam­bién el del trabajo libre en la esfera doméstica, eje­cutado dentro de límites decentes y para la familia misma. El valor de la fuerza de trabajo no estaba determi­nado por el tiempo de trabajo necesario para man­tener al obrero adulto individual, sino por el nece­sario para mantener a la familia obrera. Al arrojar a todos los miembros de la familia obrera al mercado de trabajo, la maquinaria distribuye el valor de la fuerza de trabajo del hombre entre su familia en­tera. Desvaloriza, por ende, la fuerza de trabajo de aquél. Si bien las máquinas son el medio más poderoso de acrecentar la productividad del trabajo, esto es, de reducir el tiempo de trabajo necesario para la producción de una mercancía, en cuanto agentes del capital en las industrias de las que primero se apoderan, se convierten en el medio más poderoso de prolongar la jornada de trabajo más allá de todo límite natural. Generan, por una parte, nuevas con­diciones que permiten al capital dar rienda suelta a esa tendencia constante que le es propia, y por otra, nuevos motivos que acicatean su hambre ra­biosa de trabajo ajeno".
El empleo de maquinaria en la agricultura generó un enorme cambio en la productividad del trabajo y ayudó a ahondar la brecha entre los grandes terra­tenientes y los pequeños productores. La concen­tración de capital y el empobrecimiento de grandes masas originó dos grupos sociales: la burguesía rural y el proletariado agrícola. Los pequeños pro­ductores agrícolas coexistieron entre ambos y, si bien aspiraban a ser grandes productores, su forma de vida se asemejaba a la del proletariado agrícola. La explotación laboral en el campo se adaptó al tipo de tareas y a sus épocas, siendo frecuente el em­pleo temporal. "Pese al progreso de las formas capitalistas de producción en el agro -afirma Marx- persisten y se profundizan las diferencias entre el desarrollo de la producción agrícola y la industrial, subordinando en general la primera a la última. Tampoco son meno­res las consecuencias socio-culturales y ecológicas de la industrialización del campo. Es en la esfera de la agricultura donde la gran in­dustria opera de la manera más revolucionaría, ya que liquida el baluarte de la vieja sociedad, el cam­pesino, sustituyéndolo por el asalariado. De esta suerte, las necesidades sociales de trastocamiento y las antítesis del campo se nivelan con las de la ciudad. Los métodos de explotación más rutinarios e irracionales se ven remplazados por la aplicación consciente y tecnológica de la ciencia. El modo de producción capitalista consuma el desgarramiento del lazo familiar originario entre la agricultura y la manufactura, el cual envolvía la figura infantilmente rudimentaria de ambas. Pero, al propio tiempo, crea los supuestos materiales de una síntesis nueva, superior, esto es, de la unión entre la agricultura y la industria sobre la base de sus figuras desarro­lladas de manera antitética.

Con la preponderancia incesantemente creciente de la población urbana, acumulada en grandes centros por la producción capitalista, ésta por una parte acumula la fuerza motriz histórica de la sociedad, y por otra pertur­ba el metabolismo entre el hombre y la tierra, esto es, el retomo al suelo de aquellos elementos cons­titutivos del mismo que han sido consumidos por el hombre bajo la forma de alimentos y vestimenta, re­torno que es condición natural eterna de la fertilidad permanente del suelo. Con ello destruye, al mismo tiempo, la salud física de los obreros urbanos y la vida intelectual de los trabajadores rurales". Al igual que en la industria urbana, la fuerza producti­va acrecentada y la mayor movilización del trabajo en la agricultura moderna, se obtuvieron devastando y extenuando la fuerza de trabajo misma. Todo el progreso de la agricultura capitalista no fue sólo un progreso en el arte de esquilmar al obrero, sino a la vez en el arte de esquilmar el suelo; es decir que, todo avance en el acrecentamiento de la fertilidad de éste duran­te un lapso dado, significó un avance en el agotamiento de las fuentes duraderas de esa fertilidad.