lunes, 8 de junio de 2015

Balance PASO 2015. ¿Avanza la derecha o la izquierda está mal hecha?

El mundo está cruzado por una profunda crisis económica pero también -y fundamentalmente- política. La contradicción entre los intentos de ajuste para recuperar parcialmente la tasa de ganancia de los capitalistas y la movilización de franjas enormes del movimiento de masas se agudiza día a día. El primer punto clave para el debate es que la relación de fuerzas no es la misma de las últimas décadas. Estamos convencidos de que los procesos de resistencia no se limitan a lo económico, sino que continúan adelante y pasan a la ofensiva contra los agentes del Imperialismo. Tal vez el ejemplo más claro sea el griego, donde un paquetazo ajustador impulsado por la tríada (trilogía económica conformada por el FMI, el Banco Mundial y la Unión Europea) y desarrollado por los gobiernos conservadores y también por los socialdemócratas, generó una gran resistencia. Sin embargo esta resistencia masiva logró comprender que necesitaba pasar a la ofensiva y disputar espacios de poder, incluso el Estado. Así fue que una expresión política de una parte de la resistencia encarnada en Syriza (que es el Partido Progresista que gobierna en Grecia) logró triunfar en las elecciones.
Los procesos Latinoamericanos también viven una situación similar. Por ejemplo, el heroico pueblo boliviano que durante décadas se cansó de tirar gobiernos entreguistas, logró verse representado en una expresión política que le dio la suficiente cohesión como para llegar a disputar el gobierno. El proceso sigue vivo, plagado de contradicciones, pero latente. Con los gobiernos progresistas la lucha continua pero no es el mismo escenario que en un contexto histórico de consenso neoliberal ortodoxo. Los gobiernos progresistas nos hablan de otro contexto y la lucha empieza a tener un color más político.
En el caso de nuestro país, el último gran ascenso de masas (diciembre de 2001) no logró encontrar una alternativa política, y un sector muy inteligente de la burguesía criolla y dependiente pudo contener el proceso por una docena de años. Lo logró con un doble discurso basado en un aparato de propaganda enorme, sobre una coyuntura económica muy favorable y en base a un acuerdo débil del bloque de poder en la Argentina. Así, con la Iglesia, con la burocracia sindical, con la Unión Industrial, con una momentánea unidad del PJ, con las empresas transnacionales (casi todas con problemas en sus casas centrales), con los pooles de soja, con  las mineras y con los grandes medios monopólicos de comunicación, el Kirchnerismo logró sostenerse en el Poder, pero sin haber podido liquidar el proceso 2001. Un ejemplo de esto es la crisis de representación.
Ésta en general fue entendida como que las grandes masas no creían en la representación y, por ende, no se podían formar grandes colectivos que ser representados; las luchas eran como mucho fragmentadas o individuales. Significó el desarme y fragmentación de grandes actores nacionales: radicalismo, sindicalismo, peronismo, etc. Pero dicha crisis no afecta sólo a las instituciones de la clase dominante sino que recorre también a las de nuestra clase. Los dirigentes no creen en sus colectivos; cuantas veces habremos escuchado “¿Para que vamos a consultar a la gente?” o expresiones incluso más peyorativas. Las nuevas fuerzas sociales de lucha debemos romper con estas concepciones aunque por ello paguemos el costo de ser acusados de basistas.
En los últimos años se han reproducido los conflictos a nivel nacional, ya sea salariales, contra despidos y suspensiones, ambientales, estudiantiles, por la reurbanización, por vivienda, de género, por nuevas representaciones gremiales, contra la precarización de la vida en general, etc. Justamente los elementos inherentes y continuos, con lógicos flujos y reflujos, siguieron avanzando y las ataduras comienzan a deshacerse. La llegada parcial de la crisis económica fue otro factor determinante que motorizó fundamentalmente a un sector de la clase obrera industrial.
En general, todos los procesos cuentan con algún que otro militante ligado a alguna expresión actual o pasada de la izquierda. Y si bien en todos lados se discute la necesidad de una alternativa política, esta no logra sintetizarse. En lo que va del año se han llevado adelante elecciones en Mendoza, en Salta, en Santa Fe, en CABA, en Chaco y en algunas localidades de otras provincias. Es importante, como elemento del análisis de la situación, detenernos un instante a analizar el panorama que han dejado las mismas.
En primer lugar, y salvo por Salta y Chaco, todas fueron duras derrotas para el Kirchnerismo (K). Incluso en Salta, donde Urtubey se impuso, el gobierno nacional perdió la Capital en manos de Romero-Olmedo (massismo-macrismo) y a nivel provincial redujo considerablemente su caudal de votos. Distintos armados en los demás distritos lograron dejar al Kirchnerismo lejos de cualquier aspiración. Tal vez el mayor golpe haya sido el de Capital, donde, tras pregonar un seguro segundo lugar, terminaron ubicados en el tercero y con mínimas chances para el ballotage.
Este escenario tiende a ser analizado por las izquierdas como un avance de la derecha, y el preanuncio de un escenario de ajuste y represión con consenso social. Así estos “grandes analistas”  gritan asustados que el 89% de los porteños votan a la derecha. Tanto la izquierda clásica como los K hacen el mismo análisis porque parten de una concepción liberal sobre la votación y en general del Estado Burgués.
Análisis desbordados de electoralismo y lineales, son la impronta del sectarismo, la marginalidad y el liberalismo. Nos permitiremos discrepar en profundidad con dichos análisis que consideramos auto-justificativos de las carencias propias de una izquierda que no logra interpretar el momento que estamos atravesando. Este momento, como afirmamos más arriba, es una transición entre un momento hegemonizado por la lucha económica y su epicentro se corre lentamente a uno más político.
En segundo lugar hay que entender que el proceso de desgaste del Kirchnerismo es profundo y acelerado. 12 años de gobierno han demostrado el fracaso del supuesto posibilismo, y la entrada en una coyuntura negativa desde lo económico desnuda la ineficacia del proyecto K. Va quedando en claro ante franjas cada vez más grandes que la inconmensurable torta de plata que manejó el Kirchnerismo nunca estuvo puesta en un proyecto estratégico de Independencia. Muy por el contrario, la dependencia es cada vez mayor. La caída del nivel de vida de la mano de una inflación creciente es un hecho determinante y concreto que palpan día a día millones de trabajadores. Y los millonarios subsidios a la supuesta Burguesía Nacional se trasformaron en millones de dólares en fuga y no en inversión estructural para que crezca la capacidad productiva y se modifique la matriz del país que no escapa a la de los años ‘90.
El espacio que va dejando vacante el retroceso K tiene que ser ocupado por alguien. En tanto y en cuanto ningún proyecto revolucionario lo ocupe, esa dispersión inevitablemente irá recayendo en falsas alternativas. Pretender interpretar que el 90% es ideológicamente de derecha es profundamente superficial y costaría explicar la mayoría de los procesos que se van dando. Compartiendo muchas veces ese posicionamiento se encuentran quienes declaran que el FIT se ha consolidado y que desde allí surge una alternativa a izquierda. En sintonía, algunos de la declamada Izquierda “independiente” ven en esa supuesta consolidación una trinchera desde donde plantarse de cara a la resistencia que se vendría.
Intentaremos humildemente demostrar lo inexacto y erróneo de dichas posiciones. El crecimiento del FIT en 2013 se dio principalmente porque el votante premió en principio la unidad-persistencia y en segundo lugar su lucha. El FIT, en su proceso electoral, viene retrocediendo en este 2015 con respecto a las elecciones legislativas de 2013. Es difícil hacer una comparación con las de 2011 (últimas ejecutivas). Los escenarios 2011 y 2015 tienen muy poco que ver. El momento político que atravesamos es de caída acelerada del Kirchnerismo y no de consolidación. Por lo tanto se libera un espacio. La conflictividad social es más elevada. Y estamos convencidos que lo que se le cae al Kirchnerismo lo hace esencialmente por izquierda. Además podríamos mencionar que incluso haciendo esta comparación en varios lugares, como en Salta por ejemplo, la votación del FIT es inferior a la del 2011.
Muestra de esta última afirmación es el record en la abstención del votante. En Rosario, por ejemplo, entre ausentes, blancos y nulos, casi 1 de cada 2 rosarinos no votó a nadie. A pesar de esto, los mismos que pregonan (por derecha o por izquierda) el ajuste y la derechización social, ven en el triunfo de Del Sel el preanuncio del consenso social hacia la derecha.  En CABA la votación válida se redujo un 5%, en Mendoza también un 6%, y en Salta un 9%.  Índices similares se vieron por última vez en las elecciones de octubre del 2001.
¿Significa esto que en unos meses vamos a un estallido social? No lo creemos como algo probable. Es indudable que, a pesar de estos números, las elecciones tienden a canalizar gran parte de la bronca popular. Sin embargo estamos convencidos de que algo se ha reflejado. El FIT viene en bajada: que en CABA haya sacado el 2,2% (1,5% del padrón) lejos está de mostrar el fortalecimiento de una alternativa de masas allí, pero esta tendencia es igual en todo el país.
El final del año pasado y el comienzo de este mostraron un alto índice de conflictos. Por ejemplo a nivel laboral, fue el verano con más conflictos obreros en muchos años. También arrancó el año con conflictos estudiantiles y ambientales. Un ejemplo es la lucha contra la pastera contaminante de Botnia. En los barrios, la bronca se va acumulando y miles de vecinos se organizan autónomamente o con organizaciones sociales. Sin embargo estos procesos, de los que surgen miles de activistas, no se reflejan en ninguna expresión electoral de izquierda. Creemos decididamente que la principal responsabilidad pasa por la propia izquierda.
La vanguardia creciente quiere pensar, opinar, debatir y tener posiciones propias. El modelo que encuentra del otro lado es profundamente esquemático y dogmático. Al mismo tiempo se encuentran con que el FIT no puede tener una sola línea en común. Tal vez el ejemplo más patético haya sido el del subte, donde la presentación del FIT en dos listas separadas facilitó que el Kirchnerismo haya retenido la conducción del gremio. Esta irresponsabilidad les muestra a los trabajadores y luchadores en general que el FIT es una falsa unidad, que no trasciende de un frente electoral donde cada uno busca llevar la mayor cantidad de agua para su molino y que tampoco tiene perspectivas de ser algo distinto.
Por eso es imperativo demostrar en cada sector y frente a franjas de masas que la izquierda NO es el FIT. Fortalecer ese espacio sólo va a llevar a una desilusión más grande con la izquierda, porque la profundidad del proceso se encuentra en otro nivel, no discutiendo 1 o 2 diputados denuncistas más, sino encarando un proceso de discusión sobre cuáles son la posibilidad de que la izquierda sea Poder, como lo pudo ser en el subte en decenas de comisiones internas, en centros de estudiantes, en comisiones barriales, etc. Hay que desempolvar viejas discusiones por la hegemonía, por la estrategia de la izquierda y no como nos ganamos un puñado de militantes. Esa discusión es faccional como lo es el FIT. La otra es una discusión por el Poder, y hay que decir como los pueblos de Latinoamérica “Sí, se puede”.
La disputa que se abre es por el Poder, pero no exclusivamente a nivel estatal. El primer paso concreto de la clase arranca por disputas parciales del poder: cómo ganar y dirigir un sindicato, cómo organizar un barrio y ganar las elecciones en donde la izquierda tenga el suficiente caudal acumulado y no primen las divisiones. Por eso quienes pretenden poner en segundo plano estas disputas vienen retrocediendo en lo estructural. El proceso electoral nacional debe ser un correlato de esto, ya que el camino inverso se ha demostrado liquidacionista. Mientras no entienden por qué no sacan muchos más votos, esperando a que la conciencia avance y las masas se den cuenta de que ellos son la dirección correcta, nosotros estamos convencidos de la necesidad del trabajo cotidiano, de la construcción de una fuerza que dispute los espacios por abajo, con unidad, y que se muestre ante la sociedad en lo electoral desde esa unidad.
La llamada izquierda independiente fue hija de un momento histórico, un momento de luchas económicas. Esta izquierda adolece de un proyecto de poder, de una concepción que produzca la unidad de lo diverso y de una vocación por el Poder, y por ende de una estrategia que lo lleve a él. Nosotros lamentamos no tener la respuesta pero creemos estar en esa búsqueda. Nuestro aporte humilde son algunas pistas. Nuestra experiencia en el espacio político “Mesa por una Izquierda Latinoamericana” debe poder contener la confluencia de diferentes tradiciones de la izquierda con carácter plebeya, anti-patriarcal, mestiza desde nuestro acervo cultural latinoamericano.
Por eso la izquierda independiente naufraga en la estrategia de otros que son contrarias a los caminos de unidad, de mestizaje. Por eso se arrojan a las islas de la izquierda tradicional y reman en cuentas electoralistas viniendo del escepticismo total sobre lo electoral; o van junto a una centro-izquierda en banca rota como es la UP de Lozano y De Genaro. Pero también, en su desorden, muchas veces terminan dentro de las filas de los K, por creerlo parte de los pueblos latinoamericanos que pelean. Toda esta discusión es nuestra imposibilidad de romper con un momento económico y producir una estrategia de Poder, de cuáles son los sectores de nuestra sociedad que son capaces de construir un bloque de Poder capaz de dirigir la complejidad de nuestras sociedades, y cuáles son las verdaderas Vanguardias en un momento de transición entre lo económico a lo político.
Si los que luchan discuten más política, no se referencian en la izquierda tradicional, ponen la vista en los procesos Latinoamericanos, no se sienten atados a ninguna tradición de izquierda pero sin embargo reconocen sus aportes, si donde se logra unidad por abajo discutimos pequeños e importantes lugares de Poder, si los K como proceso de trasformación demostraron no serlo, si las luchas de buen agrado incorporan la parte de discusión por el Poder; entonces la tarea es construir un espacio que invite al mestizaje de la izquierda, que se comprometa con las luchas y con la construcción de un espacio desde Latinoamérica para el mundo… Sí, para el mundo.
La discusión no es sólo electoral, la discusión no es prometer unidades falsas que en realidad es unidad momentánea decidida coyunturalmente por los burócratas de izquierda. La unidad es cómo podemos funcionar juntos para que esta izquierda se muestre para gobernar; que canalice a esos que luchan, que no votan por bronca a un sistema injusto, que una a todas las luchas fragmentadas que creen en gobernarse a sí mismo. No es un grito más por la unidad sino por una síntesis de la izquierda para gobernarnos. Si la izquierda no se une, si la izquierda no busca gobernar, es responsable del voto a la derecha y es responsable que este pueblo trabajador no nos vea para gobernar. La culpa será nuestra y no de la “gente” votando a la derecha… Algunos nos juntamos. Queremos que sean muchos lo que lo hagan. ¡Viva la unidad de corazón y revolucionaria!
¡POR UNA IZQUIERDA LATINOAMERICANA UNIDA!
¡PARA TENER MAS FUERZA PARA LUCHAR!
¡PARA AUTO-GOBERNARNOS!