Ser trotskista hoy día no significa estar de
acuerdo con todo lo que escribió o lo que dijo Trotsky, sino saber hacerle
críticas o superarlo, igual que a Marx, que a Engels o Lenin, porque el
marxismo pretende ser científico y la ciencia enseña que no hay verdades
absolutas. Eso es lo primero, ser trotskista es ser crítico, incluso del propio
trotskismo. En el aspecto positivo, ser trotskista es responder a tres análisis
y posiciones programáticas claras. La primera, que mientras exista el
capitalismo en el mundo o en un país, no hay solución de fondo para
absolutamente ningún problema: empezando por la educación, el arte, y llegando
a los problemas más generales del hambre, de la miseria creciente, etcétera.
Unido a esto, aunque no es exactamente lo mismo, el criterio de que es
necesaria una lucha sin piedad contra el capitalismo hasta derrocarlo, para
imponer un nuevo orden económico y social en el mundo, que no puede ser otro
que el socialismo. Segundo problema. El gran mal, la sífilis del movimiento
obrero mundial es la burocracia, los métodos totalitarios que existen en las
organizaciones obreras, los sindicatos, los partidos que se reclaman de la
clase obrera, y que han sido corrompidos por la burocracia. Y éste es un gran
acierto de Trotsky, que fue el primero que empleó esta terminología, que hoy
día es universalmente aceptada. Mientras no haya la más amplia democracia no
comienza a construirse el socialismo. El socialismo no sólo es una construcción
económica. Y la tercera cuestión, decisiva, es que es el único consecuente con
la realidad económica y social mundial actual, cuando un grupo de grandes
compañías transnacionales domina prácticamente toda la economía mundial. A este
fenómeno económico-social hay que responderle con una organización y una
política internacional. En esta era de movimientos nacionalistas que opinan que
todo se soluciona en el propio país, el trotskismo es el único que dice que
sólo hay solución al nivel de la economía mundial inaugurando el nuevo orden,
que es el socialismo. Para eso, es necesario retomar la tradición socialista de
la existencia de una internacional socialista, que encare la estrategia y la
táctica para lograr la derrota de las grandes transnacionales que dominan el
mundo entero, para inaugurar el socialismo mundial, que será mundial o no será.
Si la economía es mundial tiene que haber una política mundial y una
organización mundial de los trabajadores para que toda revolución, todo país
que hace su revolución, la extienda a escala mundial, por un lado; y por otro
lado, cada vez le dé más derechos democráticos a la clase obrera, para que sea
ella la que tome su destino; en sus manos por vía de la democracia. El
socialismo no puede ser nada más que mundial. Todos los intentos de hacer
socialismo nacional han fracasado, porque la economía es mundial y no puede
haber solución económico-social de los problemas dentro de las estrechas
fronteras nacionales de un país.